Evangelio del Día 08 de noviembre del 2020

Evangelio Según San Lucas 3: 1-14

Era el año quince del gobierno del emperador Tiberio, y Poncio Pilato era gobernador de Judea. Herodes gobernaba en Galilea, su hermano Filipo gobernaba en Iturea y Traconítide, y Lisanias gobernaba en Abilene. Anás y Caifás eran los sumos sacerdotes. Por aquel tiempo, Dios habló en el desierto a Juan, el hijo de Zacarías, y Juan pasó por todos los lugares junto al río Jordán, diciendo a la gente que ellos debían volverse a Dios y ser bautizados, para que Dios les perdonara sus pecados. Esto sucedió como está escrito en el libro del profeta Isaías:

«Una voz grita en el desierto:
“Preparen el camino del Señor;
ábranle un camino recto.
Todo valle será rellenado,
todo cerro y colina será nivelado,
los caminos torcidos serán enderezados,
y allanados los caminos disparejos.
Todo el mundo verá la salvación que Dios envía.”»

Cuando la gente salía para que Juan los bautizara, él les decía: «¡Raza de víboras! ¿Quién les ha dicho a ustedes que van a librarse del terrible castigo que se acerca? Pórtense de tal modo que se vea claramente que se han vuelto al Señor, y no vayan a decir entre ustedes: “¡Nosotros somos descendientes de Abraham!”; porque les aseguro que incluso a estas piedras Dios puede convertirlas en descendientes de Abraham. Además, el hacha ya está lista para cortar los árboles de raíz. Todo árbol que no da buen fruto, se corta y se echa al fuego.»

Entonces la gente le preguntó: ¿Qué debemos hacer? Juan les contestó: El que tenga dos trajes, dele uno al que no tiene ninguno; y el que tenga comida, compártala con el que no la tiene. Se acercaron también para ser bautizados algunos de los que cobraban impuestos para Roma, y le preguntaron a Juan: Maestro, ¿qué debemos hacer nosotros?

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Juan les dijo: No cobren más de lo que deben cobrar. También algunos soldados le preguntaron: Y nosotros, ¿qué debemos hacer? Les contestó: No le quiten nada a nadie, ni con amenazas ni acusándolo de algo que no haya hecho; y confórmense con su sueldo.

Reflexión sobre el Evangelio del Día

Juan ya había crecido y había empezado su ministerio, pues Dios le había revelado que tenía que abrirle el camino al Mesías, este hombre de Dios estaba cumpliendo al pie de la letra lo que el Padre le mando a hacer. En aquel entonces las personas eran muy tercas no sabían que seguir, o a quien seguir exactamente, andaban divagando sin algún pastor que les enseñara.

Ese fue el trabajo de Juan, guiar a estas personas sin pastor; era un hombre lleno de la presencia de Dios que enseñaba a la gente las leyes que habían dejado los anteriores profetas, aunado a esto también los bautizaba en agua, y profetizaba que vendría alguien mayor que él que ni siquiera era digno de atarle las trenzas de sus sandalias. Y este bautizaría con el Espíritu Santo.

¿Qué te parece si nosotros hacemos el trabajo de Juan anunciando la segunda venida de Jesús? Este fue un grande hombre consagrado a Dios ¿Qué te impide ser uno tú también? Proclamemos a todo el mundo que Jesús es el Señor de nuestras vidas y todo lo que necesitamos para ser feliz, además de tener salvación, vida eterna y el amor incondicional de Dios.

Oración del Día

Acto de fe

Padre amado, en este día te doy gracias por todas las

maravillas que me ofreces y por darme la oportunidad

de conocerte, es por eso que quiero aceptarte como mi único

Señor y Salvador, creo en tu palabra, creo en el Hijo y el Espíritu Santo,

creo que tu voluntad que es buena, perfecta y agradable,

ayúdame a sentir que estás cerca de mí, y ayúdame

A querer lo que tú quieres para que me vaya bien amen.

Salmos 34: 4-10

Recurrí al Señor, y él me contestó,
y me libró de todos mis temores.
Los que miran al Señor
quedan radiantes de alegría
y jamás se verán defraudados.

Este pobre gritó, y el Señor lo oyó
y lo libró de todas sus angustias.
El ángel del Señor protege y salva
a los que honran al Señor.
Prueben, y vean que el Señor es bueno.
¡Feliz el hombre que en él confía!

Honren al Señor, los consagrados a él,
pues nada faltará a los que lo honran.
Los ricos se vuelven pobres, y sufren hambre,
pero a los que buscan al Señor nunca les faltará ningún bien.

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